Reencuentro y diálogos. Cuentos, Fabulas y Leyendas nacidas de la emoción, la comunicación y la sensibilidad del alma humana.
Él hombre -de nombre desconocido- para un pajarillo desmemoriado, seguía cultivando “la tierra musical” en busca de fertilidad, esquilmándola de malas hierbas asilvestradas, para “plantar” sus propios estilos de sonidos, y poder recolectar los frutos melódicos que colmaran su expresividad y le diesen ante todo satisfacción personal. Casi nunca era fácil lograrlo de seguida. Componer no es tan sencillo como algunos piensan, lleva su análisis, sus introspecciones, elucubraciones e intuiciones… además de técnica y conocimientos. COM-PONER, es PONERSE-CON los sonidos, para dejarlos en su justo sitio. Logrando belleza, unidad y coherencia en el discurrir sonoro. Melodías, armonías, arreglos, ritmos vocales, instrumentación dedicada y arpegios. Noches de insomnio por capturar en sonidos adecuados, una idea precisa que te ronda por la cabeza día tras día. Trastoques, retoques y toques de distinción, que apunten a lo más alto. Todo hecho a mano; y a base de esfuerzo, y mente cabezota y lúcida, aunque sea por momentos. Con sentimiento: ¡sedientos! …en la composición que sea reflejo de la percepción imprecisa. Impregnándolo todo de vocación curtida, en mil batallas y aventureras. Pero resulta que a veces hay que desecharlo, porque lo que logramos componer no nos satisface del todo. Y ponemos en cuarentena la idea iniciática, hasta que surja la fluidez por el caño de lo que hemos dado en llamar inspiración. Cuando esto se conjuga, nos hallamos ante la plena satisfacción personal.
A pesar de esta lucha constante o inconstante del creador en soledad consigo mismo. En mi amigable músico. A veces ese cuerpo a cuerpo fratricida, termina por dar sus frutos. Y muestra de ello, lo podéis oír -Si pulsáis en el PLAY del reproductor de soundclick de abajo del todo. Encontraréis el verdadero camino para entenderlo como compositor- a través de una de sus obras más complejas, la suite: The Snow Goose (Parte 1ª). Es resultado de la primera impresión que le produjo un relato seudo-infantil del escritor y periodista Paul Gallico, EE.UU. (New York, 1890-1976).
Aquellos aparatos que servían para dar instrumentación, emitían unas melodías que comenzaron a capturar mis oídos. Poco a poco, ya vibraban en las concavidades de mi completa atención, como el aromático olor de un buen guiso, volviéndose envolvente y apetitoso. Se olfateaba como de los fogones de su Home Studio, se desprendía una pieza musical bien elaborada. A continuación siguió interpretando una especie de resolución, recién finiquitada en un segundo movimiento: The Snow Goose (Parte 2ª). Según parece, basada en textos de una fabula protagonizada por "La gansa blanca" [Relato] Una gran historia novelada en un relato corto con refinada enjundia.
El pensamiento de mi interlocutor mientras interpretaba la melodía, venía a decirme: “Aunque no lo parezca, no es un relato infantil al uso. Es más bien una fábula creada desde el dolor, y de la decepción ante el ser humano, que escribió Paul Gallico al inicio de la segunda guerra mundial. Trata temáticas universales: La bondad del hombre, la fe de Dios, encarnada en el ave, y la esperanza, la amistad, el deber, y el dolor, descritos en apenas 43 páginas”.
SINOPSIS:
Rhayader, un hombre físicamente deforme por una acentuada joroba y un brazo lisiado, profundamente desairado por una sociedad incapaz de ver más allá del aspecto puramente físico y de apreciar su carácter tierno y bondadoso, se retira a vivir a un faro abandonado en la Gran Marisma, un desolado y solitario pantanal de la costa, uno de los últimos rincones salvajes de Inglaterra.
- “¡Ya sé lo que estas pensando avecilla!, me seguía transmitiendo los pensamiento de mi buen amigo: Por supuesto, que tiene referencias a conjunto CAMEL, y su suite grabada en el 75, basada en el mismo libro de Gallico (es un punto de referencia para todos). Yo le he querido dar un aire más "clásico", y a la vez, más actual, y new age, centrándome en la relación entre los 3 personajes, en el regalo que supuso ese tiempo, la lealtad que hubo entre ellos, y el don mágico de la naturaleza, echado a perder por la crueldad del hombre”.
Si yo hubiera nacido humano, posiblemente en ese momento habría esbozado una rutilante sonrisa de oreja a oreja. Por las semejanzas del personaje palmípedo del cuento musicado, que se estaba interpretando en aquella habitación en esos momentos. Y por mi propia historia de migración de las nieves nórdicas hacia el sur. Parecía toda una bienvenida sonora, elaborada exclusivamente para mí, con auténticos ribetes de paralelismos de coincidencias. Me pregunto si no sería un preludio de esa comunicación no hablada entre ambos. Tras tamaña impresión sonora y anímica, hizo recordarme múltiples historias de mi pasado; otros cuentos y leyendas que yo conocía. Y me acabé preguntando, si no estaría leyendo en esos momentos mis pensamientos este hombre austero y llano. Sea como fuere, a buen seguro me lo hará saber de una manera u otra.
Uno aunque no es muy sagaz, no había olvidado –a pesar del tiempo- aquellas fabulas, cuentos e historias llenas de cualidades humanas transmitidas por mis ancestros, como ejemplo, recuerdo con especial cariño aquella de: "El hombre que plantaba árboles" [Relato], que era una de las que mejor recordaba. Me la solían contar mis progenitores en el nido cuando solo era un polluelo desplumado que nada mas abría el pico para tragar toda clase de proteínas…; no caían tampoco en el olvido otros tantos relatos, que se ponían a disposición de mis recuerdos, en ese cubículo impreciso de mi memoria, a medida que hacia repaso de mi propia travesía por la vida.
Ya habían cumplido unos días en aquella estancia de un octavo piso, recuperándome con el bálsamo de sus canciones y esmerados cuidados, de aquel hombre definido por la sencillez. En una mediana ciudad, no muy lejos de la naturaleza, con la confianza en ese señorío, -que sabía emitir otros sonidos bien emprendidos- comenzaba a ser plena en mí. Él, ya, intuía que yo no le iba a deteriorar con mis ácidos fecales la piedra del ventanal, ni la tapicería del sofá de su salón o cualquier otro mueble o instrumento. “Mi educación en Estocolmo no me lo permitía”. Mi anfitrión -a cambio- procuraba mantenerme bien atendido y con agua fresca todos los días. Solía ir y venir de vez en cuando hacia el punto donde me encontraba, para ver como evolucionaba mi ala maltrecha. Sabía curármela con mimo, cubriéndola con unos apósitos tras su limpieza, de ese modo cicatrizaría con mayor celeridad. Se desprendía de su sonrisa, ese lenguaje gestual que me transmitía tranquilidad y seguridad.
Parecía que entre ambos surgía cierto feeling; a cada ocasión que cruzábamos las miradas, si se le puede llamar así a esta relación extraña que manteníamos. Nuestra mutua confianza crecía por igual. Puedo confesar, que gracias a unas palomas que frecuentaban las cornisas de un piso inferior, y que anidaban en el campanario de la iglesia más cercana… comencé a tener conciencia del idioma que se hablaba por aquellos parajes pirenaicos. Ellas me lo fueron inculcando en pequeñas dosis. Creo que esta hospitalidad entre artista y animal, hizo transmitirnos mutuamente nuestros pensamientos positivos de algún modo, con mayor capacitación. Como si se tratase de una retroalimentación invisible e inexplicablemente, irremisible e irremediable. Como dicen ustedes, los humanos: “Del roce debe nacer el cariño”. Y en esta ocasión se denotaba bastante que emergía uno bastante “químico”.
Un buen día, en el que en el exterior llovía torrencialmente, tuvo más tiempo para dedicarle a sus músicas. Se aproximó al teclado, y me sorprendió tocando lo que sería un esbozo del tema que le había dedicado a "El hombre que plantaba árboles". Esa historia que había venido a mi cabeza días atrás. Y que posiblemente chivateado por ese lenguaje oculto que nos ponía en comunicación a través de nuestros ojos inyectados en empatía, se dispuso manos a la obra comenzando la interpretación. Podéis darle al Play y escucharla conmigo al unísono.
-“La composición era plena de madurez, sencillez; delicadeza y emotividad; no exenta de cierta dulzura y que sugerían muchas sensaciones de la literaria historia que ya me era conocida. Concretando: una joya sonora, para hacernos recapacitar, e identificarnos con el protagonista ermitaño del cuento. Todo un ejemplo de constancia, austeridad y amor por la naturaleza. Escuchad, leed y descubrid -vosotros oyentes y lectores que me acompañáis- en el relato con avidez. Cómo las notas del piano se identifican perfectamente con el gesto de plantar y introducir en la tierra las semillas, pim, pim, pim… tras la bruma yerma y silbido árido inicial del tema. Pim, pim, pim teclas de piano, sonido de incipientes arboles por brotar. Con la certeza de que germinarían. Y vaya si lo lograron. Todo un gesto que debe enorgullecer a la constancia humana”.
Lo cierto es que ahora voy comprendiendo mínimamente todas las dificultades, trabajo y horas de esfuerzo que le deben invertir estos seres humanos dedicados a componer melodías, mínimamente hermosas. Como comprenderéis mejor que yo -vosotros humanos sensibles, que os dedicáis a la escuchada recreación en esos sonidos creados por otros-, esto no nace como una ciencia infusa, me temo. La mayor parte del éxito de una composición debe radicar en el tiempo de dedicación que se le preste; y la ardua tarea de intentar completarla con dignidad y fidedignidad; cada cual en su grado de autoexigencia. Las musas -por desgracia para ellos: los artistas- son una metáfora romántica o manera de hablar, de la genial resolución que se logra en toda obra artística bien finiquitada. El contacto directo con el “Creador sónico” me hace llegar al convencimiento; de que es el trabajo, la pasión y la constancia, en perseguir el buen resultado, se logra con el esfuerzo y autodisciplina; -no nos engañemos- es el verdadero camino para componer cosas mínimamente dignas. De ahí, mi constante admiración y respeto a todos ellos, por dedicarse a ésta labor, por profesión o por mera afición artística. Muchas veces mal entendida y mal recompensada por los que solamente nos dedicamos a deglutirla o criticarla, con prisas, o incomprensión a salto vertiginosas irreflexiones.
¡Qué gran emoción! ¡Qué momento para la enmarcación! Tras la interpretación, que acababa de ser oída por mí. Se percibía que aquello era entrega. La dedicación, que se pone en lo que a uno le sacia y le completa por entero… lo entiendo por Pasión. Mi amigo, hizo lograra que me identificara con ella. Y con su pensamiento, anidado, en el mío propio, me hizo comprendiera con mayor facilidad. Tuve la extraña sensación que algo me había comunicado. Lo supe cuando escuché voces en mi interior. Susurros incomprensibles, que comenzaron a desplegarse en una historia con una canción que empezó a interpretar a continuación: "De Guerras y Toreros”. Se trataba de una pieza de su repertorio, algo más antigua… con mayor solera, de la reserva de su mejor vino… y yo podía ser testigo en aquel concierto íntimo de aquella habitación. “Una pieza evocadora, con bruma de sintes; legendario pesar de guerras civiles, quejumbrosos sonidos de gaitas, caricias de cuerdas de arpa y flauta acompañantes que nos aproximaban al regazo que nos ofrecía el esplendido acordeón”. Ummm… cada vez que la evoco… ¡me trae unos recuerdos!
Contarían las crónicas de mi anfitrión, que un pequeño huérfano que cuidó... “Una señora, ya mayor, que aún vive en el Pirineo Oscense, cercano a la provincia de Lérida, contaba cómo durante la guerra civil, siendo ella una chavala, le tocó cuidar a un niño, que con el tiempo, se convirtió en uno de los toreros más famosos del sur de Francia. Era una época dura, llena de pobreza, donde la única posibilidad de salir de todo eso, era hacerse torero, y famoso”. Esta fue la historia verdadera que lo inspiró. La que solía contar a sus amigos, tras su interpretación, durante una distendida velada con la que agasajaba a sus visitantes, en su acogedor piso de mediana ciudad.
Tras todas estas vivencias. Los días van pasando en el calendario, las tardes y noches también. Mi ala va mejorando. Las leyendas de desencuentros, contadas a la luz y el calor de la lumbre de la chimenea, en una agradable tarde de invierno, me invitan a reavivar las ascuas de los recuerdos hacia mi compañero del género animal; y conocido en el mundo entero por el sobrenombre de CANELO. Fue un reconocido perro, ya fenecido en un atropello –espécimen de nobleza y fidelidad donde las hubiere-, que conocí en otro de mis viajes a una ciudad trimilenaria "cuna de la libertad". Y que guarda una historia conmovedora, digna de que conozcáis: CANELO, UNA HISTORIA REAL. Una fábula de nuestro tiempo. [Relato]. Un ejemplo de constancia y cariño filial donde los haya. Y que a mi amigo compositor -a tiempo parcial- le sucedió, como a mí, le causó tal impresión cuando leyó el relato y conoció los motivos. Que no pudo dejar de volcar su trabajoso “don de dios”, en una composición en homenaje al perrito. Pero el muy tunante, no me insinuó nada, para darme la sorpresa. Tardó lo suyo, ¡no creáis!, aquí nada se da por regalado, y la inspiración aun siendo una mercancía preciosa no suele ser muy abundante, ni gratuita. Viene o no viene, a las mentes que se dedican a esto, es así de caprichosa. A demás contaba con la dificultad añadida de hacerlo a escondidas de todos, para sorprenderme una vez más el muy granuja.
Ahora me gustaría abrir un paréntesis. Para vuestra información. Por fin ya me enteré de su nombre; pues, me lo delató, entre gorgojo y piquito, una paloma negruzca y chismosa del séptimo izquierda que se posaba en este balcón. “El hombre que te protege se llama: Ángel Orós, gru, gru… ese es su nombre, al que responde y le dejan las cartas en el buzón. Gru, gru… O también Cambridge para los conocidos de Internet. gruuuuu”. ¡Nada más oír pronunciar su nombre! ¡Di un respingo! se me hizo la luz memorística. Por fin recordé aquel nombre, que de pasada pronunciaban con acento, en la radio pública sueca, al presentar aquellos temas en la voz de Andrea Gerak, (Comentados y escuchados en el capitulo anterior de este relato). Entonces comprendí que ¡Una ola de simpatía invadía mi interior! ¡Ya no podría olvidar jamás esas dos palabras claves! ÁNGEL ORÓS. Un cuidador de aves excelentes, un gestor de amabilidad, un gran compositor… al menos para la pluma que le dedica tantas líneas desde aquí.
Es que mi coetáneo humano es un “ángel” os lo digo yo; enfundado en sencillez -cualidad humana poco frecuente en estos días-, donante de sanación y amabilidad para conmigo. No tuvo otra feliz idea, que obsequiarme con otro de sus mejores días compositivos, -que según él, le venían de tarde en tarde- sin menospreciar a otros, un bálsamo para mis oídos. Con su nueva pieza bajo el brazo escrita en lenguaje musical y extraídas de unas hojas cuadriculadas, de un cuadernillo de tapa verde y dura, marca Cambrige; que siempre guardaba en el cajón de la mesa del Home Studio. Comenzó mostrándomela con ojos ilusionados. Se sentó ante su “cuadro de mandos instrumental” disponiéndose a emitir el motivo principal de lo que sería "Blues para Canelo”.
Se le veía impaciente por conocer mi reacción. Aunque su seriedad, no lo dejaban traslucir muy bien en sus emociones. El tema, cuándo lo escuché enterito, posado desde el respaldo de su asiento, he de reconocer, me embebió en un sentimiento de emotividad hasta las más ocultas fibras sensitivas de debajo de mi plumaje. Reviví recuerdos junto a Canelo impagables. Lo volví a visualizar vagando por el barrio de su ciudad; caminando desorientado, moviendo su rabito en busca de consuelo y comida; o echado en sus cartones, apacible, acariciado por niños o mayores. Cubierto con cariño, entre papeles de embalaje que lo resguardaban de la frialdad y humedad del asfalto. Mientras esperaba a su amo salir del hospital. Esta composición si –habéis cliqueado en el play de más abajo-, es descrita por Ángel Orós como: “Una canción triste, pero llena de esperanza, y paz, una vez que amo humano y animal se reencuentran en el cielo, donde pasean juntos por esa playa celestial para toda la eternidad. Tras unos últimos años vividos por inercia del fiel canelo”. Una vez más el arte le vino a visitar. Otro día vibrante y inmortalizado en el álbum fotográfico de los recuerdos.
Las semanas iban descontándose en el almanaque, mi herida parecía que iba mejorando bastante, ya me permitía dar pequeñas batidas por los edificios cercanos durante el día y las cercanías del barrio. Cuando volví de mi volandera “puesta a punto”. Descansase un poco y tras la siesta que me eché, y algo de alpiste que me llevé al pico, lo vi tomándose un café. De pronto dijo: “Hoy, SpiritWind (me nombró así, debió ponerme ese nombrecillo tan anglófilo para tratarme cariñosamente); …me apetece mostrarte cosillas de otras épocas mías”. Se sentó a los teclados y me propuso escuchar otras obras con sustancia que había compuesto. Comenzamos por “El sitio de Baber” “Esta historia musical reúne una de hazañas bélicas y de historia hispana enterrada por el olvido. Con una perspectiva más actual”. Quizá sea una de las últimas composiciones que ha escrito basándose en crónicas históricas de su patria peninsular. Por contra, “Mañana Azul” era una densa composición de ritmos que rellenaban el hueco de toda genialidad hasta el desbordamiento… y el contagio de los mismísimos ritmos, inquietos, coloristas, riquísimos y expresivos, que nos poseían de alegría y optimismo. Era por el mes de “Diciembre”, el cual nos invitaba a sonreírle a la mañana luminosa de ese día concreto… Como unos ojos azules de niña (“Blue Eyes girl”) que bien nos podíamos cruzar en la calle del embeleso viniendo a nuestro encuentro.
Temas todos de marcadas pinceladas e inspiración en lo cotidiano, en lo que percibimos a diario, a nuestro alrededor. Obra sin duda de un hombre modesto y del pueblo. Desde luego el merito está en saber ver donde otros no perciben nada. Y eso Cambridge lo sabe dibujar con estilo propio muy bien. Perdí la noción del tiempo entre tanto talento sónico. Debió recaer la noche, envuelta en frialdad, El “Viento vendrá del norte” –me pareció escuchar de su tapiz de sonidos-. El sabe expresar con música “Un divertimento casi invernal. Colores fríos, pero cierta magia para descubrir” y parece decirnos con sus propias palabras mas allá de mi invención.
Una madrugada mas pasé junto a mi cuidador –esta vez me habilitó en el interior de su hogar un cubículo mullido entre algodones y fibras acolchadas de embalaje, que le había pedido a una vecina, dispuestas para mí solito. No iba a permitir que durmiese a la intemperie esa noche tan invernal-. Me dispuse a embolarme y dormitar junto al Home Studio. El rinconcillo más calentito de aquel lugar. En esta ocasión con el añadido y la avalancha de sensaciones que había tenido la fortuna de vivir en su compañía durante estas cuantas semanas de dedicación mutua.
Antes de alcanzar el sueño, pude nuevamente visualizar mentalmente todo lo sucedido juntos. Denotaba satisfacción personal tras la finalización de las interpretaciones. La tersa luminosidad encendida de sus mejillas: mostraban plenitud compositiva. Su sonrisa rutilante, subrayaban el amanecer de un gozo incesante… que a las claras glorioso le poseía. Aunque juraría que lo sabía disimular bastante bien como su modestia sugería. Si muchos hubieran a nuestro alrededor estado… no lo habrían notado. Nadie sabría interpretar ese concreto momento - salvo él y su animalillo de compañía- que lo asimilaba todo con deleite; y en cierta manera entendía el halo subyacente por la intensidad y magia del momento. Como imaginareis esto no sucede todos los días, más bien en contadas ocasiones se dan las condiciones propicias. Y este fue uno de esos instantes mágicos a los que uno se unifica, como si se tratara de clavo ardiendo; a lo largo de toda vida marcada por la cotidianidad. Cerrando los ojos me quedé profundamente dormido. Él mirándome desde la entrada del estudio, apagó la luz, entornó la puerta, sin hacer el mínimo ruido; y se predispuso también, caminando hacia el fondo del pasillo, donde le esperaba su alcoba y su merecido descanso. Tras otro día intenso.
Queridos lectores, sabréis perdonad mi sensiblería a flor de pluma, al rememorar tras el tiempo en este vuelo escrito, esos contadísimos recuerdos tan intimista. Y es que uno no puede lagrimear como hacen ustedes los humanos. Para desahogase.... Hoy comprendo que fueron momentos verdaderos de pura FELICIDAD. Particularmente para mí. Todos unos pasajes iniciáticos por la combinación de circunstancias hacia el: "Reencuentro y diálogos. Cuentos, Fabulas y Leyendas nacidas de la emoción, la comunicación y sensibilidad del alma humana". ¿A caso se puede pedir más en estos tiempos locos e inconcebibles que corren?
(Continuará…)
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ARTISTA: Ángel Orós [Cambridge] | SoundClick | MySpace | Bio | Videos
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